martes, 27 de diciembre de 2011

La Edad Media del Japón


La clase dirigente de los aristócratas, cuyo poder y legitimidad se derivaba de su proximidad al Emperador, vio cambiar gradualmente sus bases de apoyo económico hacia una nueva clase naciente de guerreros, procedente de los ricos granjeros y aristócratas que se habían establecido en las provincias, y que habían desarrollado bases sanas de poder a través de la administración agrícola.
Derivando su fuerza de vínculos contraídos con los estratos más bajos de la sociedad, en forma de contratos de señor feudal-vasallo, estos últimos terminaron por derribar a la clase dominante tradicional y establecieron una nueva sociedad feudal.
La Edad Media del Japón, que comenzó en este punto, se extendió a lo largo de cuatro siglos, incluyendo tanto el Periodo Kamakura como el Muromachi, el primero de los cuales duró aproximadamente un siglo y medio desde la fundación del Shogunato Kamakura, a finales del Siglo XII, hasta que desapareció en 1333.
En el Periodo Heian, los guerreros tenían que mostrar al menos nominalmente subordinación a la nobleza. Además, los líderes guerreros tenían que ser descendientes de nobles, de las familias Taira o Minamoto. Sin embargo, en las provincias, este estado nominal de cosas se había desgastado rápidamente por el traspaso del poder hacia los propios guerreros.
Fueron las guerras civiles de las eras Hogen (1156) y Heiji (1159) las que abrieron el camino para que los guerreros entraran en el gobierno central.
Taira-no-Kiyomori, el victorioso de estas luchas, fue el primero en establecer un poder de gobierno realmente militar. La familia Taira, sin embargo, tras ganar el poder, cayó víctima de la misma debilidad que el antiguo gobierno aristocrático y fue a su vez derrocada por la familia Minamoto.
Minamoto-no-Yoritomo estableció su Shogunato en la ciudad de Kamakura en 1185, y tomó las medidas para que el gobierno militar estuviese seguro, el centro del gobierno por lo tanto se trasladó a Kamakura, pero el centro cultural siguió radicado en Kioto con la familia imperial, donde la cultura continuó siendo la prerrogativa de la nobleza.
Sin embargo, una transformación social de tal magnitud no podía dejar de traer grandes cambios en las ideas y conciencia de la nación. Gradualmente, se produjo una desviación de la sensibilidad delicada, graciosa y femenina de la aristocracia.
La nueva tendencia fue en la dirección de la apreciación de lo prosaico, lo nada pretencioso y lo poderoso. El nuevo espíritu de la sencillez y de la virilidad se manifestó en la reconstrucción de los templos Tôdaiji y Kôfukuji, que habían sido incendiados durante las guerras en el año 1180.
La Galería del Gran Buda de Tôdaiji, el mayor alarde de construcción de la época, se terminó en 1195 tras un periodo de construcción de 20 años. Todos los escultores de las obras budistas que vivían en Nara y en Kioto fueron llamados a trabajar en el proyecto.
Sus diseños sólidos y poderosos, conocidos como Daibutsu-yô o el estilo del Gran Buda, proporcionaron a la galería terminada un carácter heroico.
Vivian por aquellos tiempos en Nara, tres de los más grandes maestros de la escultura budista, Unkei, Kaikei y Tankei.
Disfrutando de cierto grado de libertad artística, cada uno de ellos fue capaz de absorber el espíritu de la nueva era y reflejarlo con sus características individuales de estilo. La primera obra representativa de Unkei fue la estatua de Dainichi Nyorai en Enjôji, que realizó en 1176. Después de este éxito, Unkei y sus discípulos produjeron las estatuas de Niwo en Nandaimon (Gran Puerta del Sur) de Tôdaiji y de Mujaku y Seshin en Kôfukuji. Estas, junto con otras numerosas obras maestras, contribuyeron al establecimiento de un estilo Unkei, influyente y peculiar, basado en principios realistas definidos.
De las muchas obras famosas que nos ha dejado Kaikei, debemos mencionar su interpretación del Miroku Bosatsu, su estatua del dios Shinto Hachiman en forma de monje budista, y un Jizo Bosatsu en Tôdaiji. Estas reflejan la preocupación de Kaikei por la delicadeza y la suavidad, que conseguía mediante un equilibrio entre la belleza realista y la real.

Fuente: Historia Cultural del Japón, Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón